Sintiendo el Espíritu
Esta es la segunda entrega de la serie «El rincón del carisma» que aparecerá mensualmente en Flash, escrita por la Hermana Regina Ward, RSM, Directora Asociada de Misión de la Educación de la Misericordia. La serie se enfoca en el carisma de la Misericordia y cómo podemos expresarlo dentro de nuestras comunidades escolares. Lea la primera entrega aquí.
Mientras era directora de la escuela en la Academia de la Misericordia de Merion, a menudo escuchaba a las familias decir que podían «simplemente sentir el espíritu» cuando entraban por la puerta.
En una visita reciente a la Escuela Preparatoria de Mercyhurst, una madre habló sobre la visita que había hecho su hijo a la escuela en un día de sombra. El joven, reacia a asistir por la mañana, se subió al auto después de su visita y dijo: «Mamá, pude sentir la presencia de Dios en esa escuela».
El sentimiento del que hablaron estos padres y el estudiante se centró en la experiencia del carisma. A veces, ese sentimiento no se puede explicar, pero, si es auténtico, es palpable y acogedor. El sentimiento contrario también puede estar presente cuando no se vive el carisma y se siente disenso en la escuela.
Hospitalidad, inclusión, cuidado, respeto, servicio, alegría: todas estas son experiencias que los estudiantes sienten cuando el carisma está vivo. El carisma no se puede dictar, solo abrazado y vivido. El carisma no se define en las políticas, sino que se muestra con el ejemplo. El carisma es parte de las tradiciones y parte de la forma en que nos tratamos unos a otros. El carisma lleva el corazón de la escuela; es dinámico y poderoso. El carisma es nuestra forma de vida en el día a día. El carisma no sucede por casualidad; es frágil e intencionalmente desarrollado. El carisma es un don que necesita ser cuidado y alimentado. El carisma en nuestras escuelas es la Misericordia.
El carisma no es perfección, y a veces el amor duro es parte del carisma. Los estudiantes vienen a nuestras escuelas para formarse y reformarse en la mejor versión de sí mismos. Por supuesto, hay padres, docentes y servicios que guían esa transformación. Son los encuentros, la capacidad de fallar y crecer, lo que permite que ocurra la transformación. Es la crianza en una atmósfera de amor y aceptación. La Misericordia se ha definido como la capacidad de entrar en el caos del otro y apoyarlo mientras se enfrenta a ese caos y lo supera. La transformación no siempre es bonita, pero se puede hacer porque la persona sabe que es amada y aceptada.
Permitir que cada individuo sea el mismo/ella misma en un entorno amoroso; diversidad, equidad e inclusión; respetando la dignidad de cada persona mientras los desafiamos a ser lo mejor de sí mismos; todo esto es seguir los pasos de Jesús y Catalina en el espíritu de la Misericordia.
Se necesita todo un pueblo para criar a un niño; se necesita una administración, cuerpo docente, personal y cuerpo estudiantil comprometidos para cuidar y nutrir el carisma. Se necesita pensamiento, conversación e intencionalidad para crear una atmósfera de Misericordia. Es esta atención y cuidado lo que sustenta el carisma de la Misericordia.
Cuando todas estas cualidades están en su lugar, se convierten en el tejido de la vida y la infraestructura de la escuela. La escuela es un lugar seguro y feliz para estar. Las tradiciones crecen y el orgullo de ser una persona de la Misericordia se convierte en una prenda que cada graduado único usa mientras está listo para «servir a un mundo vulnerable» (Declaración de la Misión de Educación de la Misericordia).